Como mañana es 9 de marzo y como pienso ejercer mi derecho a huelga, adelanto la publicación del artículo de los viernes.
Hoy podríamos hablar de muchas cosas… Pero está claro que, siendo el día que es, no voy a dejar pasar la oportunidad de aportar mi granito de arena a la causa.
He decidido “decorar” este artículo con viñetas de Forges, por varias razones. La primera, porque me gusta (y porque se le echa de menos). La segunda, porque nadie como él ha sabido captar con más ingenio las reivindicaciones feministas. Y la tercera, porque Forges también tiene relación con la voz, Ya que es el responsable de la caricatura que ilustra el galardón que se entrega en los Premios Irene. Premios que reconocen el trabajo de los actores de doblaje y que llevan ese nombre en honor a Doña Irene Guerrero de Luna, pionera en este “mundillo”.
Ser mujer en estos tiempos no es fácil. Se nos pide el doble y, en muchos casos, se nos acaba dando la mitad. Nos encargamos de todo, dentro y fuera, y se nos exige mucho más que a ellos, que a los hombres que, por el hecho de haber nacido hombres, tienen ciertas ventajas, conseguidas a base de años perpetrando estas malas costumbres, estas nefastas tradiciones.
Hay detalles, cuestiones, que de tanto repetirse, se han convertido en falsa verdad. Por ejemplo…
No somos inferiores. No nos gusta que nos hablen de forma paternalista o condescendiente. No somos un juguete. No somos un florero. No somos las mulas que tiran sí o sí del carro de la familia y el hogar. No somos histéricas si nos rebelamos. No somos brujas por exigir responsabilidad a nuestros compañeros masculinos. No tenemos que ser unas medidas perfectas. No somos arpías porque sepamos dirigir. No somos menos productivas. No somos vuestras madres para teneros bien atendiditos. No somos el comodín para todo. No somos las únicas responsables del cuidado de los hijos. No somos las que tenemos que estar detrás para que vosotros avancéis. No somos las que tenemos que sacrificarnos por el bien común. No somos las que tenemos que aparcar nuestra vida para que vosotros sigáis con la vuestra. No somos de vuestra propiedad. No somos sacos de boxeo para vuestras frustraciones. No somos menos que vosotros. Y el día que os deis cuenta de todo esto, la sociedad habrá avanzado mucho.
Esto no es una guerra de sexos y, si lo fuera, señores (masculinos), saldríais perdiendo, porque ya os hemos demostrado que sabemos organizarnos, que sabemos remar a una y que hemos llegado a un nivel de hartazgo que roza lo insostenible.
Un cuento con voz propia…
En un día como hoy, las mujeres debemos hacernos oír. Por eso, he decidido elegir, entre todas mis criaturas, a esta en concreto. Por su fuerza, por su carácter, por su decisión de llevar las riendas de su vida, por su inconformismo, por su carisma, por su feminidad, por su feminismo. Porque una mujer puede hacer lo que quiera. Porque una mujer es fuerte y libre. Y porque no está por debajo de nadie.
Y estaba claro que Ana Viñuela era perfecta para darle voz a esta criatura. Porque me gusta su timbre y su musicalidad, su manera de decir y de sentir.
Porque es fuerte, carismática, divertida, intensa, sensible, audaz. Porque lleva las riendas de su vida y porque, a base de tesón, avanza hacia su meta sin flaquear.
Ana y todas las “Anas” que viven en ella. De la música a la radio, de la publicidad al doblaje. Capaz de tocar todos los palos que tienen relación con la voz. Una voz cargada de sensaciones: sensible y dulce cuando corresponde, irónica y mordaz cuando compete.
Una voz perfecta para este cuento y para este día, en el que la mujer pone el foco de atención en su lucha, exigiendo un cambio real, efectivo y eficaz. Que no se quede en negro sobre blanco, que no se quede en una manifestación por las calles de toda España, que no se quede en un montón de palabras gastadas, huecas y vacías de significado.
Habremos conseguido la igualdad cuando este día no haya que celebrarlo.
Entre tanto, mis criaturas, mis voces y yo, seguiremos dando caña, seguiremos poniendo el dedito en la yaga y seguiremos levantando la voz para hacernos oír.
Uno de los mayores elogios de la historia del doblaje ha sido la igualdad económica. Los ‘takes’ de un actor varón y los ‘takes’ de una actriz mujer fueron valorados en la misma cuantía desde la regulación de los años setenta del siglo XX. Mismo trabajo, mismo salario. Y el sector comprendió en seguida que la capacidad para traducir, ajustar o dirigir un doblaje la podía realizar igual de bien un Félix Acaso o un Carlos Revilla, que una Conchi Núñez o una Ana María Simón y lo valoró igual.
Del sector del doblaje – que tanta autocrítica tiene pendiente hacer en tantas cosas – justo es reconocerle en una semana como esta del 8-M, que puede dar muchas lecciones en el tema de la igualdad a otros colectivos artísticos, que han tardado demasiado en seguir su ejemplo en ese campo.
¡No lo podías haber dicho mejor! 👏👏👏
Muchas gracias por dejar tu comentario y por ser tan acertado en tus palabras. Un saludo